Al fin solos yo y yo. ¿Y ahora qué?
¿A quién mirarás cuando quieras olvidarte de tu miedo? Ya no hay
camino, solo bosque de edificios y carreteras. Estoy perdido, y aun
así mi sino se avecina a este destino incierto, y mi credo no da
respuestas por correo certificado. ¿Y ahora qué? Ruge otra vez si
quieres volver a sentir lo que eres, llora lluvia desde una nube
directa a un corazón, grita un susurro dormido en sus ojos. Ya no
hay salida, ahora tienes que mirar, afrontar lo que te cuenta el
espejo de ladrillos del que no puedes escapar, y escucha su lamento
de silencio en tu cerebro, en tu alma dormida tras su viaje de verdad
y mentira a través de un tiempo perdido. Encuentra un escollo, un
rincón, una melodía donde meter tu soledad y tira la llave de su
caja de música. Ya no hay escudos en una guerra sin espadas de
hojalata que matan dragones de oro puro en castillos de cristal.
Ahora ese castillo se rompe en mil pedazos a la luz de una lágrima
que cae sin remedio a las entrañas de una Madre Tierra que nunca
quiso sentir el frío y metálico tacto de tus ojos. Ya no hay lápiz
ni papel arrugado en una carpeta de misterio donde nunca guardaste
otra cosa que esa locura. Ahora hay un alma que escribe con sangre y
no con tinta en el tablero de ajedrez donde mueves tú y no hay
rival, y aun así no puedes ganar a la nada que se sienta pensativa
en la silla de en frente observando la posición, y quieta,
melancólica y punzante mira directamente a la parte del tablero
donde escondes tus secretos. ¿Cómo puedes seguir cuando no sabes
donde empezaste? Quiero volver a nacer y verlo de nuevo. Quiero
acurrucarme en una cuna, quiero mirar desde un cuerpo indefenso la
mortalidad de sueños que se avecina en mi futuro ya pasado. Quiero
intentar cambiar de sitio la arena que se me cae entre los dedos y
vuelve a la misma playa antes de que pueda guardarla en mi recuerdo.
Quiero que el mar mire mi historia y la escriba mientras yo solo leo
las páginas en blanco que se secan al viento. Quiero saber y no
puedo. Quiero vivir y no escribir lo que quiero. Quiero terminar esto
que mata y aunque emborracha no cura. Quiero solo una palabra, y en
el diccionario de mi llanto no la encuentro. ¿Y ahora qué? ¿Ahora
qué te queda? Aquella que siempre va contigo de la mano, aquella que
no te suelta y cuando te mira te vuelve a sonreír al comprobar que
aun conservas sus recuerdos. Aquella que se olvida de que existe un
mundo más allá de aquella esquina. Aquella extraña sensación de
que no necesitas más que luz y fuerza. Aquella que por saber de su
existencia no la olvidas. Aquella que solo tiene un nombre y mil
caras en mi espejo. Aquella locura incierta que crece hoy en mi pecho
y en un chorro de aire sale para abrazar a su compañera de fatigas,
y juntas de la mano, vuestra soledad y mi lokura hablan en un bar
mientras piden tres cervezas. A esta ronda invito yo.
sábado, 25 de febrero de 2012
viernes, 10 de febrero de 2012
Sueños de hotel en siestas de cajeros
Y ahora vuelves a empezar tu final. En un teatro en el que estrenas el día antes del ensayo y sales a escena borracho de sueños, de ilusión embotellada, de lágrimas de poesía. Hay guionista pero no te ha pasado el guión, no hay butacas, no hay público, solo los hilos que mueven mis brazos desde lo alto, y solo puedes luchar dando tumbos una noche cerca de la puerta del olvido, donde se oyen plegarias para que dejen entrar a los sueños y puedan dejar atrás mi recuerdo. Vagabundos por las calles de la ciudad de las dudas arrastrando los hilos que los mueven sin moverse, sueños de hotel de carretera en noches de siestas por cajeros en invierno con carteles de autoestop que tienen escrita la sentencia: no despertar hasta la hora de vivir.
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