miércoles, 5 de julio de 2017

Ha venido a verme.

En las madrugadas de las noches en que enciendo la luz del desván de mi yo secreto, mis manos cogen un lápiz de papel, unos papeles hechos viento y escriben esgrimiendo nuevos sueños que sudan tinta ante mis párpados en su vaivén al compás de los sesenta latidos por minuto. Me acurruco en plena caída libre de inconsciente con las nubes fronterizas entre mi espacio y el universo que han puesto aquí mis monstruos de otras películas de terror. Hoy la peli trae en pantalla títulos de crédito escritos de mi puño y letra, banda sonora original de los sollozos de mi guitarra y de las noches de juerga de mi piano. Esta peli no la he visto, pero la dirijo y la protagoniza mi cara leyendo entre las páginas en blanco de un diario escrito en las madrugadas de noches en las que enciendo la luz dentro del desván de mi yo secreto. Pero esta noche no hay sesión, la sala se va a quedar vacía mientras cientos de personas se acomodan en sus butacas. Esta noche camina de mi mano por la película, y me enseña a verme en el reflejo de la pantalla de cristal blindado el monstruo al que llamo entre sol y sol para ir al cine, y me empuja hacia el valor de seguir mirando más profundo, cuando veo en la pantalla al gigante monstruo sentado conmigo, en la butaca de al lado, ofreciéndome palomitas. Esta noche ha venido a verme.

D. Caro