lunes, 19 de marzo de 2012

Su cárcel, tu canción, mi lluvia.

Decidí salir a correr. Huir y salir de mi cárcel sin barrotes de la que no puedes escapar, en la que despiertas sin soñar porque estas preso, y aun así, corres. Llovía dolor en cada paso que daba mi conciencia hacia un camino que otro ya había recorrido sin dejar rastro, siendo testigo silencioso de un llanto a gritos desesperados, de golpes en la pared de arena de una habitación al aire libre y con goteras, de la muerte súbita de una vida que se vive sin hacer ruido. Si no haces ruido no existes, si no te oyen no les importa que tu voz duerma en su cuna a la enferma niña humanidad. No te miran pero yo te he visto, y escribiendo mil canciones ocultas en tu mirada aun no has leído en estos ojos que mi risa esconde una pena, un libro de páginas en blanco, un libro de mil páginas escritas por un alma que solo escribió un nombre a sangre y fuego, y una vida con lápiz y papel. Sigo corriendo y no dejo atrás el miedo que persigo mientras trato de recordar por qué salí a correr cuando llovía. Llovía en el momento en que mi espejo lleno de arrugas dibujaba una cara que prefería no mirarse para no recordar quién soy. Aquel día lo recordaba, y su su cuerpo huyó bajo la lluvia de lo que anunciaba el espejo. Nadie más lo vio, y algunos no lo miraron, lo cierto es que le aterraba saber lo que nadie debía imaginar. En el camino, mientras corría, no pude recordar si me marchaba por saber lo que soy o por no poder recordarlo. ¿Qué soy? ¿Quién eres? Mi locura hecha recuerdo en un sueño de dementes. Mi cárcel de cristal donde el criminal es un soñador que decide huir de la cárcel que había al otro lado de los barrotes. ¿Quién soy? ¿Qué eres? Mi canción escrita en un espejo de gotas de lluvia.