Soy la lluvia que moja
los ojos de una niña sin ganas de llorar. Soy el camino de vuelta a
un lugar llamado casa, espérame al final de la calle, y si no estoy
es que ya había llegado y mi compañero ya no estaba. Soy el nudo en
la cuerda floja por donde hace equilibrios la demencia. Soy el
escritor que lee antes de tener una sola palabra delante de su mente,
y soy el lector de mentiras escritas por otro que no era yo. Soy
charcos que pisan vagabundos de ideas donde nadan peces gordos de
sueños. Soy vida más allá de mis manos, y soy alma encendida en
una vela. Soy tu mirada de niño bueno, y tu bolsillo vacío de
ayudas. Soy la pregunta sin una respuesta clara, soy el que dice: ¿y
tú quién coño eres? Me respondo porque no hay respuesta de nadie,
y nadie oye una pregunta que dicen solo mis ojos y no tu boca besando
mi cabeza dormida. Soy la duda de un mundo embarazado de mi tierra.
Soy el que hace temblar el abismo de los cimientos de la madre tierra
a su paso por un túnel húmedo y marchito en mi memoria. Soy el que
mira por la ventana del tren y mirando mil paisajes recuerda cada
foto que sacas en el asiento de al lado. Soy el que está aquí
sentado y tú, tú eres mi compañera de viaje. Tú eres cada parte
que forma este yo, y yo soy el viento que mueve tu pelo cuando
intento darte el beso que me esquiva. Ese beso que cambió todas las
plantas de mi jardín de infancia, ese beso que buscaba en la
necrosis de mi cordura, el beso que me hizo ser esencia y vida, el
beso con el que despertaste a este loco durmiente.