Miraba la portada de un libro en blanco
y añoraba cada palabra que borró la soledad del rincón de su
estantería polvorienta. Sobre una de las pocas páginas que quedaban
aun escritas derramó dos lágrimas furtivas que hicieron brotar en
el papel fotos del álbum donde guardaba unas fotos borrosas tomadas
solo en su cabeza y que aparecían en su cerebro, justo en el hueco
que dejaba entre los sueños y el recuerdo de una noche en la que
contaba coches azules y rojos sentado frente a la carretera. Ya no
podía soportarse a sí mismo, y por no escucharse cogió su libro y
salió a caminar por andenes de estaciones fantasma por las que
perseguía el fantasma que subió a aquel tren que se llevó su vida.
Quería solamente volver, aun a sabiendas de que después debería
irse de nuevo, pero prefería encontrar en las nubes aquella sonrisa
perdida y después recibir la lluvia en un rostro que ha amado por un
instante a ver únicamente un Sol que no calentaba su anhelo ni le
dejaba sentir el frío de su soledad. Quería solo vivir en su vida
de otro tiempo, el tiempo en el que su vida era morir poco a poco sin
saber que sería ese el único tiempo en el que sabría vivir sin
mirar atrás o adelante en un camino en el que iban juntos caminando
y en el que solo existía el horizonte que él dibujaba en el cielo.
Supo aquel día que era momento de dejar de perder intentando
engañarse creyendo que podía ganar en una carrera en la que caía a
cada paso; para ello no tuvo más remedio que asumir su derrota ante
el amor y el olvido. Ahora sabía que era lo que podía esperar del
resto de un mundo en el que ya solo existían sombras entre las luces
que veía en los espejos retrovisores, en un mundo en el que el túnel
se alargaba más allá de lo que su vista alcanzaba y del que solo
podía salir asumiendo que había entrado, en un mundo en el que
observaba a cada vistazo un alma que ya no sabía querer, un corazón
que no podía seguir latiendo, una guitarra que ya no sabía llorar,
y detrás de todo aquello, la esperanza de encontrar algún día unos
ojos que hicieran correr el sentimiento del letargo tocando a su fin,
esperanza de encontrar el final de su libro en blanco y las primeras
palabras de un libro con miles de palabras por escribir, esperanza de
escuchar en el fondo de su canción un grito en cada silencio,
esperanza de comenzar de nuevo a morir para dejar de perder la vida.