domingo, 23 de diciembre de 2012

Loco durmiente


Soy la lluvia que moja los ojos de una niña sin ganas de llorar. Soy el camino de vuelta a un lugar llamado casa, espérame al final de la calle, y si no estoy es que ya había llegado y mi compañero ya no estaba. Soy el nudo en la cuerda floja por donde hace equilibrios la demencia. Soy el escritor que lee antes de tener una sola palabra delante de su mente, y soy el lector de mentiras escritas por otro que no era yo. Soy charcos que pisan vagabundos de ideas donde nadan peces gordos de sueños. Soy vida más allá de mis manos, y soy alma encendida en una vela. Soy tu mirada de niño bueno, y tu bolsillo vacío de ayudas. Soy la pregunta sin una respuesta clara, soy el que dice: ¿y tú quién coño eres? Me respondo porque no hay respuesta de nadie, y nadie oye una pregunta que dicen solo mis ojos y no tu boca besando mi cabeza dormida. Soy la duda de un mundo embarazado de mi tierra. Soy el que hace temblar el abismo de los cimientos de la madre tierra a su paso por un túnel húmedo y marchito en mi memoria. Soy el que mira por la ventana del tren y mirando mil paisajes recuerda cada foto que sacas en el asiento de al lado. Soy el que está aquí sentado y tú, tú eres mi compañera de viaje. Tú eres cada parte que forma este yo, y yo soy el viento que mueve tu pelo cuando intento darte el beso que me esquiva. Ese beso que cambió todas las plantas de mi jardín de infancia, ese beso que buscaba en la necrosis de mi cordura, el beso que me hizo ser esencia y vida, el beso con el que despertaste a este loco durmiente.

miércoles, 4 de julio de 2012

La historia de tus ojos en el relato de mis dias


Leo el mismo libro una y otra vez en el mismo banco donde espero que llegue el momento que pasó tras tus pasos a la orilla de aquel río. Cierro los ojos y busco con fuerza encontrar esa imagen que solo aparece en el reflejo de las gotas de cristal que mojan los cristales rotos esparcidos por el suelo tras la lluvia de unas estrellas suicidas que buscan ahogarse bajo el puente donde las luces de la ciudad acarician suavemente tu sonrisa. Tras el párrafo final del primer capítulo se muere de nuevo este abrazo, tras la mirada de una luna que sonríe tímidamente escondida entre las nubes entierro los minutos que pasaron juntos en un segundo, y que aparecen difuminados en sonrisas fugaces de mañanas cortas durante el resto de una vida somnolienta que sueña con volver a postrarse frente a esa página ante la que esperaba indefenso el final de tu abrazo. Ahora ya no puedo ver mirando el lápiz sostenido por mis manos frías la figura de tus manos buscando calor entre las mías, las dibujo en un suspiro y caen entre mis dedos como humo que persigo entre la niebla. Toco a instantes el momento que no tengo a mi alcance en ningún rincón de mi recuerdo, hasta que tras la barra aparece de nuevo el párrafo que leo al final de cada cerveza, entonces vuelvo a aquel bar, donde apareces tras el humo entre la niebla, donde aguanto por un par de rondas el recuerdo, la vida, la lluvia de cristales rotos estrellados como estrellas en el río de luces de primavera, el sueño, la página del libro que leo siempre en el mismo banco, la cerveza, el 'me voy que llego tarde, la próxima invito yo'.
Y allí acabo una noche más, escribiendo de nuevo en el mismo papel la historia que escribo cada noche al pie de la misma farola, donde el mismo perro vuelve siempre a tumbarse a mi lado, y sin esperar un ladrido más sé que espera que le lea otra vez mi relato para coger el sueño, esperando una y otra vez para oír la historia de tus ojos escondida en el relato de mis días que viven solo esta noche en mi papel.

sábado, 9 de junio de 2012

Libro en blanco con palabras del olvido.


Miraba la portada de un libro en blanco y añoraba cada palabra que borró la soledad del rincón de su estantería polvorienta. Sobre una de las pocas páginas que quedaban aun escritas derramó dos lágrimas furtivas que hicieron brotar en el papel fotos del álbum donde guardaba unas fotos borrosas tomadas solo en su cabeza y que aparecían en su cerebro, justo en el hueco que dejaba entre los sueños y el recuerdo de una noche en la que contaba coches azules y rojos sentado frente a la carretera. Ya no podía soportarse a sí mismo, y por no escucharse cogió su libro y salió a caminar por andenes de estaciones fantasma por las que perseguía el fantasma que subió a aquel tren que se llevó su vida. Quería solamente volver, aun a sabiendas de que después debería irse de nuevo, pero prefería encontrar en las nubes aquella sonrisa perdida y después recibir la lluvia en un rostro que ha amado por un instante a ver únicamente un Sol que no calentaba su anhelo ni le dejaba sentir el frío de su soledad. Quería solo vivir en su vida de otro tiempo, el tiempo en el que su vida era morir poco a poco sin saber que sería ese el único tiempo en el que sabría vivir sin mirar atrás o adelante en un camino en el que iban juntos caminando y en el que solo existía el horizonte que él dibujaba en el cielo. Supo aquel día que era momento de dejar de perder intentando engañarse creyendo que podía ganar en una carrera en la que caía a cada paso; para ello no tuvo más remedio que asumir su derrota ante el amor y el olvido. Ahora sabía que era lo que podía esperar del resto de un mundo en el que ya solo existían sombras entre las luces que veía en los espejos retrovisores, en un mundo en el que el túnel se alargaba más allá de lo que su vista alcanzaba y del que solo podía salir asumiendo que había entrado, en un mundo en el que observaba a cada vistazo un alma que ya no sabía querer, un corazón que no podía seguir latiendo, una guitarra que ya no sabía llorar, y detrás de todo aquello, la esperanza de encontrar algún día unos ojos que hicieran correr el sentimiento del letargo tocando a su fin, esperanza de encontrar el final de su libro en blanco y las primeras palabras de un libro con miles de palabras por escribir, esperanza de escuchar en el fondo de su canción un grito en cada silencio, esperanza de comenzar de nuevo a morir para dejar de perder la vida.

domingo, 20 de mayo de 2012

Una verdad, un amigo y una botella de ron.

Andaba vagando por un carril de sus recuerdos solo para vagabundos. Sabía donde iba, pero no donde quería ir. Sabía de donde venía, y no podía olvidar de donde le hubiera gustado venir. Sólo necesitaba no estar solo ante su cruel amiga soledad, que no hacía más que dispararle palabras que su cabeza no podía parar con mil escudos hechos lágrimas de cristal, sólo podía desviarlas de su pensamiento convirtiendo la mentira y el sueño en todo lo que su ser veía, y convertir en mentira o sueño aquello que todo su ser veía menos él le hacía libre de una pena que en la calle conocía un perro al que trataba de igual a igual cuando compartían manjares de contenedor charlando bajo la luna. Sólo necesitaba no saber si era realmente ese cobarde que los espejos de humo le mostraban cuando no quería oír y solo podía ver, y sabía que la única manera de evitar ver lo que no quería oír, no era huyendo a lugares donde sólo había una voz que le enseñaba su verdad a gritos, era escondiéndose en la voz de sirena que susurraba sus pupilas con una vida de mentira en una almohada de un hostal en la esquina tras su callejón de madrugada.Se quedó sin blanca el día que decidió comprar un elixir de verdad, un ron que desmintiera a su cerebro a costa de un corazón que de poco le servía sabiendo que no palpitaba si no podía amar o escuchar el eco de aquello que algún día amó tan profundo como aquel pozo donde guardó el secreto. Recordó entonces el día que extendió un talón sin fondos con lo último que tenía al engaño para evitar a una conciencia triste que sacara a la luz la realidad. Ahora sigue vagando por un carril de solo ida, en busca de un alma que le invite a un trago, y le ponga cara a cara en un alto en el camino de las dudas con una verdad, un amigo y una botella de ron.

lunes, 14 de mayo de 2012

Buscando el día que sigue a la noche del día que pasa

Hoy no empezó a mirar cuando ya estaba viendo con un ojo medio cerrado la luz de un Sol que volaba sigiloso alertando de que la oscuridad nacía en otra cama que no era la suya. Allí se encontraron luna, ron y sueños, que movían un amanecer más mientras él comenzaba a dormitar despierto soñando con soñar dormido.
Como se pierde un recuerdo, una foto, un papel, dejó de mirar en lo más profundo de un día para perderse y tirarlo justo antes de la noche en el vaso más profundo, donde vuelve a buscarlo cada atardecer. Mas, cuando lo encuentra no recuerda qué estaba buscando cuando empezó a beber, un día como hoy, en el que solo espera la noche en la que pueda olvidar en alcohol su sueño y buscar en cada copa el día que acaba de perder y que no puede recordar.

miércoles, 25 de abril de 2012

Un piano que pide perdón

Encontré la razón en un vaso que había encima de mi guitarra, y se me escapó de las manos con el primer acorde que cantó tu sonrisa. Ahora busco whisky en cada escenario donde nadie me escucha y solo tú me oyes, donde mi guitarra llora desafinada porque ha perdido una canción. 
Recordé una noche de Sábado como huele tu recuerdo, buscando entre una multitud vacía de música el color de un sueño en blanco y negro que interpreta todo mi silencio en clave de sol. Llovían lágrimas como notas clavadas en mi música, que agoniza en cada cuerda del piano que compuso por mí la canción que nunca interpreté con los ojos abiertos, y tras soñarla olvidé las teclas que me hacían soñar. La melodía de fuego y alma corrió a decirme que lo había encontrado, y sin que yo lo viera lo estaba cantando mi guitarra, mientras el fuego la consumía y el alma moría en el whisky del bar donde todos te oyen y solo yo escucho el piano que suena en el fondo de mi vaso pidiendo perdón.

lunes, 19 de marzo de 2012

Su cárcel, tu canción, mi lluvia.

Decidí salir a correr. Huir y salir de mi cárcel sin barrotes de la que no puedes escapar, en la que despiertas sin soñar porque estas preso, y aun así, corres. Llovía dolor en cada paso que daba mi conciencia hacia un camino que otro ya había recorrido sin dejar rastro, siendo testigo silencioso de un llanto a gritos desesperados, de golpes en la pared de arena de una habitación al aire libre y con goteras, de la muerte súbita de una vida que se vive sin hacer ruido. Si no haces ruido no existes, si no te oyen no les importa que tu voz duerma en su cuna a la enferma niña humanidad. No te miran pero yo te he visto, y escribiendo mil canciones ocultas en tu mirada aun no has leído en estos ojos que mi risa esconde una pena, un libro de páginas en blanco, un libro de mil páginas escritas por un alma que solo escribió un nombre a sangre y fuego, y una vida con lápiz y papel. Sigo corriendo y no dejo atrás el miedo que persigo mientras trato de recordar por qué salí a correr cuando llovía. Llovía en el momento en que mi espejo lleno de arrugas dibujaba una cara que prefería no mirarse para no recordar quién soy. Aquel día lo recordaba, y su su cuerpo huyó bajo la lluvia de lo que anunciaba el espejo. Nadie más lo vio, y algunos no lo miraron, lo cierto es que le aterraba saber lo que nadie debía imaginar. En el camino, mientras corría, no pude recordar si me marchaba por saber lo que soy o por no poder recordarlo. ¿Qué soy? ¿Quién eres? Mi locura hecha recuerdo en un sueño de dementes. Mi cárcel de cristal donde el criminal es un soñador que decide huir de la cárcel que había al otro lado de los barrotes. ¿Quién soy? ¿Qué eres? Mi canción escrita en un espejo de gotas de lluvia.

sábado, 25 de febrero de 2012

Ya no hay soledad sin mi locura


Al fin solos yo y yo. ¿Y ahora qué? ¿A quién mirarás cuando quieras olvidarte de tu miedo? Ya no hay camino, solo bosque de edificios y carreteras. Estoy perdido, y aun así mi sino se avecina a este destino incierto, y mi credo no da respuestas por correo certificado. ¿Y ahora qué? Ruge otra vez si quieres volver a sentir lo que eres, llora lluvia desde una nube directa a un corazón, grita un susurro dormido en sus ojos. Ya no hay salida, ahora tienes que mirar, afrontar lo que te cuenta el espejo de ladrillos del que no puedes escapar, y escucha su lamento de silencio en tu cerebro, en tu alma dormida tras su viaje de verdad y mentira a través de un tiempo perdido. Encuentra un escollo, un rincón, una melodía donde meter tu soledad y tira la llave de su caja de música. Ya no hay escudos en una guerra sin espadas de hojalata que matan dragones de oro puro en castillos de cristal. Ahora ese castillo se rompe en mil pedazos a la luz de una lágrima que cae sin remedio a las entrañas de una Madre Tierra que nunca quiso sentir el frío y metálico tacto de tus ojos. Ya no hay lápiz ni papel arrugado en una carpeta de misterio donde nunca guardaste otra cosa que esa locura. Ahora hay un alma que escribe con sangre y no con tinta en el tablero de ajedrez donde mueves tú y no hay rival, y aun así no puedes ganar a la nada que se sienta pensativa en la silla de en frente observando la posición, y quieta, melancólica y punzante mira directamente a la parte del tablero donde escondes tus secretos. ¿Cómo puedes seguir cuando no sabes donde empezaste? Quiero volver a nacer y verlo de nuevo. Quiero acurrucarme en una cuna, quiero mirar desde un cuerpo indefenso la mortalidad de sueños que se avecina en mi futuro ya pasado. Quiero intentar cambiar de sitio la arena que se me cae entre los dedos y vuelve a la misma playa antes de que pueda guardarla en mi recuerdo. Quiero que el mar mire mi historia y la escriba mientras yo solo leo las páginas en blanco que se secan al viento. Quiero saber y no puedo. Quiero vivir y no escribir lo que quiero. Quiero terminar esto que mata y aunque emborracha no cura. Quiero solo una palabra, y en el diccionario de mi llanto no la encuentro. ¿Y ahora qué? ¿Ahora qué te queda? Aquella que siempre va contigo de la mano, aquella que no te suelta y cuando te mira te vuelve a sonreír al comprobar que aun conservas sus recuerdos. Aquella que se olvida de que existe un mundo más allá de aquella esquina. Aquella extraña sensación de que no necesitas más que luz y fuerza. Aquella que por saber de su existencia no la olvidas. Aquella que solo tiene un nombre y mil caras en mi espejo. Aquella locura incierta que crece hoy en mi pecho y en un chorro de aire sale para abrazar a su compañera de fatigas, y juntas de la mano, vuestra soledad y mi lokura hablan en un bar mientras piden tres cervezas. A esta ronda invito yo.

viernes, 10 de febrero de 2012

Sueños de hotel en siestas de cajeros

Y ahora vuelves a empezar tu final. En un teatro en el que estrenas el día antes del ensayo y sales a escena borracho de sueños, de ilusión embotellada, de lágrimas de poesía. Hay guionista pero no te ha pasado el guión, no hay butacas, no hay público, solo los hilos que mueven mis brazos desde lo alto, y solo puedes luchar dando tumbos una noche cerca de la puerta del olvido, donde se oyen plegarias para que dejen entrar a los sueños y puedan dejar atrás mi recuerdo. Vagabundos por las calles de la ciudad de las dudas arrastrando los hilos que los mueven sin moverse, sueños de hotel de carretera en noches de siestas por cajeros en invierno con carteles de autoestop que tienen escrita la sentencia: no despertar hasta la hora de vivir.

sábado, 28 de enero de 2012

El lugar donde todo es nada

Salió a la calle y miró a las estrellas mientras intentaba oír el mar. Las olas golpeaban con extrema dureza sus ventanas. Caminó por la arena de su salón hasta llegar a su terraza de madera. Notó como sus pies se hundían a medida que el agua le mojaba las piernas. Oyó los gritos de la estrella mientras miraba el brillo del mar. Se colgó de los acantilados que tenían escrito en cada roca la esquela de una nueva ola. La resaca lo llevó hasta el cielo donde las nubes lo arroparon y durmió hasta el amanecer. Cuando se despertó no había nada. Ni un pájaro volaba a la altura a la que ningún pez quería nadar. No supo como responder a la pregunta que le lanzaba el viento empujado por un susurro que lloraba y decía “¿Dónde estás?” Buscó entre la nada todo lo que sabía y cuando encontró lo que buscaba lo guardó en una maleta de mano que nunca quiso facturar. En el vuelo de vuelta a la consciencia le pidió a la azafata un café bien cargado. Tras tomarse su whisky con unas gotas de café volvió a la calle del olvido, donde le pude ver por última vez. “¿Donde estabas?” Le pregunté con un susurro movido por el viento. No supo responder, y simplemente, dando media vuelta vio todo lo que para mi no era más que sombras de preguntas que me tapaban el sol y para él no era más que luces arrojadas por las respuestas. “Lo sabrás cuando no tengas más remedio que saber” y suspirando antes de dar el primer paso regresó al lugar del que venía.

miércoles, 11 de enero de 2012

Luz y fuerza

Quiero recuperar algo de aquello que no fue mío pero tenía. Quiero sumirme en el silencio de mi almohada. Quiero poseer el otro lado del cristal tintado de un televisor. Quiero dormir para poder despertar a la hora de acostarse. Quiero pelear para ganar con mi sangre las derrotas. Quiero caminar tropezando con la sombra del dibujo en un pañuelo de mis pasos. Quiero que mi alma venza su miedo a las alturas. Quiero mirar desde balcón de mi destino.
No encuentro una palabra mejor que un pensamiento, porque no soy capaz de narrar un sueño cuando solo quiero realizar lo que se esconde de mi anhelo y no veo pero conozco, solo componer la melodía abandonada de un viejo de veinte años con traje y corbata de seda. Ya no quiero decir lo que quiero si no he corrido en su busca en direcciones equivocadas con caminos de almas transitados por conciencias, y por no decirlo una mano cobarde lo escribe, pero esta noche no. Esta noche escriben cinco dedos de esa mano hecha puño golpeando la mesa donde está escrito un destino y un enigma. Ahora soy yo el que corre antes de escribir que vuelo, y bien alto en el cielo vivo cada paso hacia el infierno con cada parte, con cada soplo, con cada fibra de lo que compone una luz hecha tiniebla, y una fuerza que desgarra este papel. Con un grito hoy vivo un sueño después de despertarme con vuestros susurros, un sueño tan vivo en mis entrañas que quiere explotar mi cubierta, mi limite, mi yo, y salir a comerse el destino. Ahora ese sueño revienta, y el destello de luz y fuerza anuncia el comienzo de lo que acaba.