domingo, 20 de mayo de 2012

Una verdad, un amigo y una botella de ron.

Andaba vagando por un carril de sus recuerdos solo para vagabundos. Sabía donde iba, pero no donde quería ir. Sabía de donde venía, y no podía olvidar de donde le hubiera gustado venir. Sólo necesitaba no estar solo ante su cruel amiga soledad, que no hacía más que dispararle palabras que su cabeza no podía parar con mil escudos hechos lágrimas de cristal, sólo podía desviarlas de su pensamiento convirtiendo la mentira y el sueño en todo lo que su ser veía, y convertir en mentira o sueño aquello que todo su ser veía menos él le hacía libre de una pena que en la calle conocía un perro al que trataba de igual a igual cuando compartían manjares de contenedor charlando bajo la luna. Sólo necesitaba no saber si era realmente ese cobarde que los espejos de humo le mostraban cuando no quería oír y solo podía ver, y sabía que la única manera de evitar ver lo que no quería oír, no era huyendo a lugares donde sólo había una voz que le enseñaba su verdad a gritos, era escondiéndose en la voz de sirena que susurraba sus pupilas con una vida de mentira en una almohada de un hostal en la esquina tras su callejón de madrugada.Se quedó sin blanca el día que decidió comprar un elixir de verdad, un ron que desmintiera a su cerebro a costa de un corazón que de poco le servía sabiendo que no palpitaba si no podía amar o escuchar el eco de aquello que algún día amó tan profundo como aquel pozo donde guardó el secreto. Recordó entonces el día que extendió un talón sin fondos con lo último que tenía al engaño para evitar a una conciencia triste que sacara a la luz la realidad. Ahora sigue vagando por un carril de solo ida, en busca de un alma que le invite a un trago, y le ponga cara a cara en un alto en el camino de las dudas con una verdad, un amigo y una botella de ron.

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