sábado, 28 de enero de 2012

El lugar donde todo es nada

Salió a la calle y miró a las estrellas mientras intentaba oír el mar. Las olas golpeaban con extrema dureza sus ventanas. Caminó por la arena de su salón hasta llegar a su terraza de madera. Notó como sus pies se hundían a medida que el agua le mojaba las piernas. Oyó los gritos de la estrella mientras miraba el brillo del mar. Se colgó de los acantilados que tenían escrito en cada roca la esquela de una nueva ola. La resaca lo llevó hasta el cielo donde las nubes lo arroparon y durmió hasta el amanecer. Cuando se despertó no había nada. Ni un pájaro volaba a la altura a la que ningún pez quería nadar. No supo como responder a la pregunta que le lanzaba el viento empujado por un susurro que lloraba y decía “¿Dónde estás?” Buscó entre la nada todo lo que sabía y cuando encontró lo que buscaba lo guardó en una maleta de mano que nunca quiso facturar. En el vuelo de vuelta a la consciencia le pidió a la azafata un café bien cargado. Tras tomarse su whisky con unas gotas de café volvió a la calle del olvido, donde le pude ver por última vez. “¿Donde estabas?” Le pregunté con un susurro movido por el viento. No supo responder, y simplemente, dando media vuelta vio todo lo que para mi no era más que sombras de preguntas que me tapaban el sol y para él no era más que luces arrojadas por las respuestas. “Lo sabrás cuando no tengas más remedio que saber” y suspirando antes de dar el primer paso regresó al lugar del que venía.

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