domingo, 14 de julio de 2013

De sus restos

¿Qué queda del adolescente simulacro de poeta que con lápiz y guitarra escribía notas en un cuaderno que leían los que miraban en su boca la letra de otra canción? No queda miedo de mensajes perdidos en una botella de ron, no queda amanecer sin cosquillas, no queda anochecer con mañanas sin desayuno de sueños. No quedan signos de interrogación circulares en la línea 6, no quedan escaleras sin veranos que llevaban a las nubes para dejar de ver las estrellas de cerca, tocarlas con sonrisas y caer con lágrimas suicidas de soledad. No quedan palabras, no queda papel, no queda lápiz, no queda locura, queda fuerza y, entre sol y sol, compañeros fantasmas de tascas sin cerveza en sus neuronas le enseñan que queda luz de cristal que se rompe bajo cada puente de madrugadas sin adjetivos. Otra ronda corre de su cuenta mientras espejos de humo y niebla reflejan bailes sin música en lo que esperamos otro poeta que escriba de su puño y guitarra en su cuaderno una canción, mientras una canción espera una guitarra para despertar los despojos de cualquier poeta.

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