¿Saben esa oscura y
tierna sensación de que piensas una vida que no sabes vivir? En ese
momento en el que te escupes broncas frente al espejo en tu examen de
conciencia y piensas que a partir de entonces todo puede ser lo mismo
y diferente. Me duele la cabeza y la toalla se tiró hace tiempo,
está cansada de tanto secar mi falta de amor propio. Sigo navegando
en barcas sin remos por corrientes difusas en lagos de remordimientos
porque alguien decidió tirar de la cadena. Solo quiero romper con
todo y dejarme atrás y soy el mono de la foto que se tapa los oidos
para no escuchar lo que dice el que se tapa la boca. Si no puedo
mover de su sitio las piedras que tapian mi ventana sin salida para
qué luchar en la calle con mi miedo. De batallas perdidas en causas
injustas muchos héroes creyeron ser salvados por quien de verdad
eran; solo se levantaron para sobrevivir como las ratas que se
colaron por el agujero del órdago al mérito ganando sin juego y con
pares guarros. Al final acabas siendo el que no te gusta ser, juegas
al mismo juego persiguiendo un sueño que no llega porque tu
indiferencia y mediocridad hacen las mismas trampas una y otra vez.
Hay quien dice que cuando vives te dedicas a caminar eligiendo
caminos, pero se tumban a esperar que el camino se mueva hacia atrás
bajo su sofá, viendo pasar la publicidad a medida que cambian de
canal y la indignación crece al ver lo que hacen un grupo de
infelices tumbados al otro lado del cristal. Poco dura la sesión de
autocrítica en la memoria de un cerebro marchito de ideas contra su
rutina diaria de acoso y derribo a la demencia.
Leemos lo que escriben,
admiramos su genialidad, adoramos su palabra profunda y sonora y no
cogemos el lápiz para escribir nuestro cuento de falta de talento
sin contrastar. Miramos con gusto la música que sale de las manos
del pianista de tercera del bar, y frustrados por sus teclas ágiles
entre los dedos decidimos tapar el piano de casa para que no coja
polvo mientras nos tomamos la última sin ganas de llorar.
Tranquilo, sentado,
reposando mi derrota en el banco de la estación en mi vuelta al
letargo de la ignorancia, veo pasar los trenes sin cambio de
horarios, y mi escaso margen de locura grita desesperado y aburrido:
levántate y corre para que yo por lo menos pueda huir de este
calvario... Sigo esperando que un dolor me estremezca hasta
levantarme con el susto de mi propio llanto, sigo esperando salir y
correr detrás de la oportunidad de no ser otro idiota del mundo,
sigo esperando a que mi demencia y mi coherencia ganen la batalla
contra la soledad del meditabundo escritor de diarios prohibidos...
Sigo esperando y mientras pienso miro el reloj de la estación que
avanza quieto hasta la hora del próximo tren, y lo miro fijamente,
tranquilo, mientras la toalla cae al suelo de mi mañana una vez más,
y al amanecer sigo en mi banco, sentado para poder levantarme el día
en que gane la batalla con mi miedo al miedo.
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